En ocasiones puede ser uno de los ingredientes de la comida, una planta que crece en nuestro jardín, uno de los componentes de la crema corporal que usamos para hidratar la piel o incluso un medicamento… La variedad de agentes alérgenos que existen en el ambiente es tan amplia y diversa como las personas afectadas por ellos.
No es de extrañar que las personas recurran al uso de medicamentos antialérgicos para controlar o evitar reacciones adversas como enrojecimiento de la piel, sensación de picazón o la inflamación de algunas partes del cuerpo, dependiendo del tipo de alergia que se presente y los órganos afectados.
Es totalmente adecuado el uso de antialérgicos, recomendados por un especialista, cada vez que se presente un episodio de alergia. El problema surge cuando esta práctica se hace cotidiana y decidimos automedicarnos, usándolos de forma desmedida por períodos prolongados, sin saber que pueden presentar efectos secundarios como convulsiones, taquicardia, dolores de cabeza, agitación, nerviosismo, insomnio, temblores, depresión del sistema nervioso central, toxicidad hepática, alucinaciones y arritmia cardiaca.
Antes de usar cualquier antialérgico es importante leer el prospecto incluido en la caja, el cual indica los componentes del medicamento y sus posibles efectos secundarios. Y no olvides que el uso de estos fármacos también debe ser indicado y monitoreado por un médico.
¿Sabías qué..? Las palabras Antialérgico y Antihistamínico, son sinónimos.